lunes, 23 de julio de 2012

HORA PICO

Miras el reloj y sabes que es tarde. Sigues viendo TV, consumiendo la basura que algunos llaman séptimo arte. La película es francesa y no pasan subtítulos. Es el medio día, la hora del almuerzo. Tus entrañas comienzan a exigirte, a protestar. Estas a la mitad de la película, cuya duración no conoces ni te interesa saberlo.


Afuera se escucha la vida. La hora pico se hace sentir. Todos van como locos en busca de aquello que tu estomago te pide. Afuera está la gente normal. Gente con estrés, con cansancio en sus huesos, con cientos de neuronas muertas, con esposas ninfomaníacas, con hijos que son buenos estudiante, que se interesan por el sexo, por tomarse una cola a las doce del día, por los video juegos con héroes polimórficos, que hunden sus mentes en sensaciones electrónicas. A fuera la cotidianidad continua. Miles de carros pitando, blasfemando. A fuera se escucha la radio, la música. Se oyen cantantes que incitan a mover el trasero, a deshacerse de las normas y la ética, de las costumbres nativas. Afuera está la vida. Y tú continúas viendo la película, sin entender francés, sin saber siquiera de qué se trata, ni conocer a esos que se autonombran actores. Sentado sobre la silla, sobre el peso de de tus huesos, de tus glúteos.

La película es mala, lo sabes. Aunque no tengas conocimiento sobre la crítica del cine. No hay que ser un experto para conocer ese tipo de cosas, piensas. Un pensamiento, algo extraño, tus capacidades mentales en movimiento, un razonamiento que se ha puesto en marcha, la reunión de tus conocimientos acumulados durante toda la vida, un pensamiento, algo irónico, más aun cuando pudres tu mente viendo a una pareja besarse con pasión. ¿Será que la habrá besado así en la vida real? siguen tus pensamientos ¿Le habrá pasado su brazo por detrás de la espalda, la habrá acercado hacia él, le habrá visto los ojos directamente, le habrá dicho una palabra hermosa, rayando en la cursilería, habrá tocado sus labios con los suyos? Y de pronto la palabra, esa palabra que lo acaba todo, corten, corten, corten, quedó estupenda la toma, será un éxito. Te imaginas como hablarían en su francés pedante, felicitándose a ellos mismos, enredados en ese idioma que jamás te interesó saber, sobre el que te dormías en el colegio y pasabas los mejores sueños.

Miras el reloj y sabes que es tarde. Y el calor hace su presencia. Tanto a fuera como aquí, encerrado y apartado de aquellos que se consideran normales, viendo algo que no entiendes, con la entrañas exigiéndote, con el tiempo, que cada vez pasa más lento y el aire pesado que se instala a ésta hora.

La película se está acabando. Lo sabes porque los personajes han dejado de tener sexo y eso siempre pasa al final de toda película, así sea francesa. ¿Podrán hacer una película sin sexo? En estos días es difícil, piensas. Otro pensamiento, de nuevo la maquinaria mental que se ha puesto en marcha, neuronas que comienzan a activarse a vivir, imposible, porque hablar de sexo, mostrarlo, imaginarlo en todas sus posibilidades se ha vuelto común, decir sexo es estar bien informado, aunque no sepas cómo se practica ni para qué sirve, aunque sólo lo hayas visto en las revistas. Amor de película sin sexo, difícil de imaginar, sólo en Disney, aunque no creas que los enanos se aguantaron la tentación de estar junto a Blanca Nieves.

Miras el reloj y sabes que es tarde. Ves los créditos al final de la cinta, al director, los productores, asistentes y todos los que no tienen importancia conocer. Es tarde, lo sabes. Tienes hambre, pero la hora de comer ha pasado. Ya todo ha vuelto a ser como debe: el estrés en el trabajo, los bancos atestados de colas sin fin, tráficos sin cogestión, mujeres satisfechas por sus maridos, el calor rutinario: la vida que sigue, la monotonía de cada día, de cada existencia.

Miras el reloj y sabes que es tarde. Y te quedas sentado, frente a la TV, sin ánimos ni esperanza alguna, esperando la cena para la que aun es temprano.

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